El otro día, mientras buscaba una película para ver en la televisión con mis primas pequeñas de 8 y 4 años, me alegró encontrar películas más inclusivas, donde el amor se representa de más formas, no cerrándose exclusivamente al modelo clásico de amor romántico. Esto no es una nueva moda pasajera, ni mucho menos, es el principio de ese cambio de mentalidad que los más liberales llevan pidiendo a gritos durante años.
Hay gente que tacha estas nuevas historias románticas de inclusión forzada, donde se le ve a la chica perfectamente capaz de defenderse por sí sola. ¿Pero no es eso lo que llevan haciendo desde siempre con el amor romántico? Forzar a un personaje femenino débil, que necesita de la ayuda de un príncipe azul, un hombre fornido que la rescate, solo para contar otra nueva versión de la misma historia. Un pretexto perfecto para diferenciar entre la educación de los niños y las niñas. Mientras que a ellos se les prepara para que sean los futuros príncipes altos y fuertes, a ellas se les prepara para que sean las sensibles y dulces princesas de cuentos, amantes de los animales. El problema llega cuando esos niños crecen y se dan cuenta de que las chicas también tienen sus defectos, tienen carácter y no siempre desean ser salvadas. Ellas se dan cuenta de que pueden ser tan fuertes como esos que las tenían que rescatar y proteger.
Este nuevo retrato de parejas consideradas ‘imperfectas’ por el amor romántico supone una gran revelación, una solución para todos esos problemas que siguen causando esas fantasías que nos han sido inculcadas de pequeños. Y es que el amor no solo se limita a una pareja heterosexual, donde el chico es el héroe duro y tenaz y la chica la dulce damisela en apuros, porque eso solo es un cuento anticuado.





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